“(…) no devenimos madres necesariamente cuando parimos al niño, sino en el transcurso de algún instante de desesperación, locura y soledad en medio de la noche con nuestro hijo en brazos. Cuando la lógica y la razón no nos sirven, cuando nos sentimos transportadas a un tiempo sin tiempo, cuando el cansancio es infinito y sólo nos resta entregarnos a ese niño que expresa nuestro yo profundo y no logramos acallar, entonces nuestra madre interior ha nacido.”

Laura Gutman

sábado, 15 de mayo de 2010

Taller De Renacimiento (Rebirthing)


“Re-naciendo”

Para la evolución personal
C/ Rafael Casanova 32, 3º, 2ª, 08880 Cubelles, Barcelona
Telf: 93 896 94 90 666 28 28 53
renaciendo@pangea.org
www.reflexologiainfantil.org

Ferrol 12/ 13 de Junio del 2010

Taller de Renacimiento (Rebirthing)
Impartido por Angeles Hinojosa

En este taller se ofrecerán dos posibilidades:
1ª) Realizar el taller “Rescatando a tu bebé interno”. Que consta de 12h
(sábado todo el día y domingo por la mañana)
2ª) Realizar 4h más el domingo por la tarde con lo que se realizará
también el taller “Parir renaciendo”.
Persona de contacto:Verónica Túñez Pérez.
Más información en: 667404614. vtunez@gmail.com

Taller “Rescatando a tu bebe interno”

La gestación, el nacimiento y los dos primeros años de la vida del ser humano deja una huella imborrable. Sobre los cimientos de
dichas vivencias, elaboramos nuestro carácter y personalidad. Guardamos tales experiencias a modo de emociones y sensaciones en
nuestras células, sensaciones, que se activan cuando vivimos situaciones parecidas a las que originan las memorias, sin que sepamos
eludirlas ni lo que la motiva.
Pasamos nuestra vida repitiendo una y otra vez nuestro patrón de nacimiento (conclusiones sacadas de la experiencia de
NACER,…). Tomar conciencia de ello permite: conocernos, comprendernos y perdonarnos al tiempo que nos facilita comprender y
perdonar a quien nos rodea.
En el taller los–as participantes trabajan con sus memorias de infancia. Una vez recuperadas, se buscan fórmulas personalizadas que
permiten transformar los recuerdos dolorosos. A partir de ese propósito, el enfoque de la vida cambia de perspectiva. (Este taller se
corresponde con las 1º,2º,3º sesión)

Taller “Parir renaciendo”
La información genética que durante miles de años se han transmitido las mujeres con el fin de traer hijos al mundo, se está viendo
deteriorada por la práctica de la cesáreas y por las intervenciones medicas a las que es sometido el proceso natural de parto desde
hace algunas décadas..
Cuando a una mujer no se le ha permitido parir por vía vaginal, utilizando sus propias hormonas y su poder físico, un eslabón de la
cadena genética que contiene la información de cómo parir queda roto o dañado .
Las mujeres nacidas por cesárea o por parto inducido, no han registrado la experiencia personal que refuerza esa información,
siendo una de las razones por las cuales muchas mujeres que han intentado el parto fisiológico, no han logrado llegar al final.
Quiero ofrecerte un sencillo programa, a través del cual recuperar la memoria de tu nacimiento y transformarla creando para ti el
parto de tus sueños.(Se corresponde con la 4º sesión)

Este trabajo no te garantiza conseguirlo pero te da una posibilidad de intentarlo

1ª sesión: Tu concepción y gestación.
-El hecho de cómo te concebiste es influyente en tu vida. -Las memorias que
registraste en tu gestación, están también condicionando tu percepción
sobre ella.

2ª sesión: Tu nacimiento:
En ella iremos a rescatar la experiencia que tuviste en tu nacimiento.
Podremos ver que guiones tienes programados. Esa información nos dará la
pista de lo que hay que reparar.

3ª sesión: Creando tu nacimiento ideal.
En esta sesión, re-crearemos el nacimiento que te habría gustado tener (
para que tu cuerpo recupere parte de la memoria que perdió), reparando el
deterioro sufrido al romper el flujo natural y reprogramando la información
contenida en tus células.

4ª sesión: Escenificando tu parto.
En conexión con tu bebé escenificaremos un trabajo de parto. Le daremos a tu
cuerpo la información que necesita, hablaremos con nuestras células del
canal del parto para que fluyan con el proceso de forma natural y le haremos
saber a tu bebé que estás abierta para acompañarle en el nacimiento, en el
momento que elija venir.

(Traer: ropa cómoda, saco de dormir o manta, calcetines gruesos y bloc de notas)

martes, 11 de mayo de 2010

El Olor De Las Pequeñas Cosas





Sandra había nacido en el seno de una familia humilde. Pero, pese a las carencias y dificultades, era una familia feliz. Mamá trabaja en casa, en el campo, cuidando a los animales ... y papá se pasaba el día subido a los andamios. Pero al final del día, ambos se sentaban al calor de la lumbre de la chimenea de su pequeña casita de aldea. Mamá daba el pecho a Sandra, sentada en la mecedora que su marido le había hecho, mientras éste le contaba cómo le había ido el día. Seguidamente, los tres se iban a dormir, compartiendo los tres la misma cama, aquella cama que siempre olía a hierba seca y que había visto nacer a Sandra.

Y así pasaban los días, uno tras otro. Sandra disfrutaba cada segundo con su madre, observándolo todo desde su posición privilegiada, atada a mamá con un manto verde salpicado de flores amarillas y violetas, y alimentándose de su pecho cada vez que lo necesitaba. Todo parecía perfecto.

Pero una tarde, mientras mamá seleccionaba los dorados granos de maíz, alguien trajo malas noticias. Sandra no supo en ese momento qué había sucedido. Tan sólo vió cómo mamá se dejó caer de rodillas, llorando desconsoladamente, rota de dolor, abrazada a su pequeña. Y desde entonces, papá nunca más regresó a casa.

Mamá tuvo que ponerse a trabajar en la fábrica, mientras Sandra quedaba al cuidado de una amable vecina. Mamá continuó siendo tan dulce y cariñosa con su niña como siempre, pero tuvo que dejar de amamantar: el cansancio y la falta de horas de sueño pudieron más.

Sandra fue creciendo bajo la protección, el amor y los buenos consejos de su madre. Estudió en los mejores colegios, pese a que apenas podían llegar a fin de mes. Y, gracias a las enseñanzas que había recibido, a su tesón, y a las ganas de ver a mamá fuera de aquella fábrica que la consumía, llegó a ser consejera de una importante empresa de la ciudad, desafiando así a las normas no escritas redactadas bajo la pluma del machismo.

Pero un día, mamá se puso enferma, una enfermedad con la que llevaba luchando desde hacía varios años y que, finalmente, parecía que iba a ganar la batalla. Era un día de primavera, el sol acariciaba con sus rayos los primeros brotes de los árboles que crecían alrededor de la casita de aldea, y el aire olía a rosas y jazmín. Sandra estaba sentada en la mecedora, con la mano de su madre entre las suyas. Mamá parecía dormida, pero en medio de sus sueños, abrió los ojos y dijo a su pequeña:
- Querida hija, mamá estará siempre contigo, en tu corazón. Vayas donde vayas, pon primero la mano en tu corazón, búscame si me necesitas y después, camina con paso firme. Cuando seas madre, no te olvides de que para ese nuevo ser tú serás lo más importante. Imprégnale de todos los olores que tengan significado para tí, porque esos no los perderá jamás.
Y así, con las manos entrelazadas, Sandra vió como la voz de su madre se apagó, con el rostro tranquilo, iluminado con una luz especial.

Sandra tuvo que continuar con su vida. Pero cada día, recordaba las palabras de su madre, sin entender del todo parte de su mensaje. Pero el traer a su mente aquel momento, le hacía disfrutar de un ratito con su adorable mamá. La sentía cerca, guiándola como hacía de pequeña cuando comenzaba a dar sus primeros pasos.

Y los años pasaron. Sandra se casó y tuvo un hijo. Había formado su propia familia y ahora entendía el verdadero significado de la maternidad. Recordaba todas y cada una de las enseñanzas de su madre. Y, por eso, decidió dejar la empresa en la que trabajaba. Su marido no ganaba demasiado pero el dinero, a fin de cuentas, tampoco era lo más importante.

David, su pequeño tesoro, iba camino de cumplir los dos años. Ambos seguían disfrutando de la lactancia, pese a los comentarios desafortunados y faltos de argumentos de los demás. Sandra se había llevado la vieja mecedora de su madre a su pisito del centro de la ciudad. Y allí se encontraba, con su niño en brazos, reclamando el pecho, cuando éste le preguntó:
- ¿A qué huele mamá?
- No lo sé mi niño - contestó Sandra con una sonrisa - Díme tú, ¿a qué huelo?
- ¡A teta! - respondió David entre risas.

Entonces, las últimas palabras de su madre volvieron a la mente de Sandra. Entonces comprendió todo el mensaje y, por una extraña razón, la habitación desprendió un olor a flores de primavera mezclado con el olor a madera quemada y a humo de chimenea de una vieja casita en la aldea.

Sandra sonrió, feliz, mientras varias lágrimas recorrían sus mejillas. Besó a su hijo en la frente, le acarició suavemente y éste atrapó entre sus manitas el pecho de su madre y se puso a mamar plácidamente.

jueves, 6 de mayo de 2010

El Poder De Lo Que Nos Dicen Los Demás

(Imagen: procedente de zaragozaciudad.net/zemmz/upload/2008062521511...)

(...) Nacen nuestros hijos y resulta más poderoso un mandato obsoleto grabado a fuego en nuestro corazón herido que el llanto cristalino de un recién nacido. Atendemos más las frases vacías cargadas de prejuicios antiguos nombrados por un miembro familiar, que la contundente certeza de que nuestros hijos nos reclaman. (...)
Laura Gutman
http://www.lauragutman.com.ar/newsletter/laura_gutman_may10.html

Leyendo a Laura Gutman (como siempre genial y diciendo realidades que a veces no vemos o no queremos ver), me he parado a pensar en la cantidad de sentimientos de rabia, furia, confusión, desesperación, frustración, ... con los que he convivido y sigo conviviendo, por los comentarios (la mayoría de las veces gratuítos) de los demás.

Las enseñanzas que me inculcaron desde pequeña (ni buenas ni malas, símplemente creencias, lo que se ha ido transmitiendo o queriendo que se transmitiese), las conductas que he vivido a mi alrededor, la publicidad, los artículos que han ido cayendo en mis manos, etc, conformaron en mí una visión de la crianza errónea. Claro que por entonces, antes de tener a mi niña, yo todavía no lo sabía.

Me fui formando como persona, con la creencia de que a un niño hay que dejarle llorar, que eso no es malo, al contrario, hace que no se malcríen y ensanchan sus pulmones (tremenda estupidez). También pensaba que lo mejor para un bebé era no cogerle demasiado en brazos, pues se acostumbrarían a ello y después a ver quien era el guapo o guapa que me lo sacaba de encima. Y así, otras muchas cosas más.

Ilusa de mí. No entendí, hasta que Aroa llegó a mis brazos, que muchas de las cosas que había ido oyendo según me iba haciendo mayor, no eran más que absurdas ideas, entretejidas por personas con afán de sacar provecho (vendiendo libros, cunas, sillitas de paseo, artilugios varios para hacer que un niño duerma, etc) a algo tan maravilloso como es la maternidad.

Pero, aún así, continué teniendo sentimientos encontrados.

Los primeros meses con la lactancia materna, fueron para mí todo un sufrimiento. Aroa mamaba todo el santo día (y toda la santa noche) y, si no lo hacía, lloraba desconsoladamente. Escuchaba constantemente frases del tipo "No la tengas más de 10 minutos en cada teta", "Tiene que aguantar unas 3 horas entre cada toma", "Seguro que tu leche no le llega. Dále una ayudita", ... En mi interior, sabía que esto no era lo correcto, pues mi hija me lo decía con sus lloros, con su mirada, con su querer buscarme para que estuviera más a su lado. Y, sin embargo, parecía que estos comentarios pesaban más en mi interior. Me debatía entre una idea u otra, y me dolía el pensar que yo no estuviera actuando correctamente como me decían los demás. Me estaban doliendo más los comentarios ajenos que los llantos de mi hija. ¿Porqué?

Pues símplemente porque no era LIBRE. Como dice Laura en su artículo, permanecía cobijada por los mandatos ajenos y me resistía a decidir por mí misma, a abandonarme únicamente a mis sentimientos y los de mi hija.

Hasta que un día, leyendo experiencias similares a las mías (y diré dónde, por supuesto, porque casi todo se lo debo a ellas: el foro Dormir Sin LLorar), me dí cuenta de que yo no era un bicho raro, que lo que a mí me pasaba era lo más normal del mundo, y que lo que sucedía es que escuchaba más los comentarios de los demás que los de mi propia hija. Entonces soplé alibiada, al pensar que no esta sóla. Así que decidí LIBERARME de las ataduras que me impedían ser yo misma, y me decidí a escuchar a mi pequeña. Bendito día!

Por supuesto que los comentarios continúan. Por supuesto que me siguen afectando, aunque no como antes. Por supuesto que a veces duelen, porque duele que, los que más quieres, en ocasiones no entiendan tu forma de actuar, de pensar, de amar, de criar. Pero ahora, es más importante la vida que yo he creado junto a la persona que amo. Ahora mi prioridad es su bienestar, y sé que ambas somos felices de esta manera. Ambas aprendemos la una de la otra cada día. Ella me enseña más de lo que cualquier consejo pueda decirme. Y, si queréis que os cuente un secreto, el mejor momento para escucharla es mientras está mamando: allí acurrucadita, pegadita a mí, sintiendo ambas nuestros corazones palpitar al unísono, su mirada que me derrite. Siento que ella es completamente feliz y que le estoy dando lo que precisa, y eso ahora es lo más importante para mí.

He aprendido que los bebés son muy sabios. No saben hablar, no saben expresarse. Y, sin embargo, la falta de palabras alberga otros signos más poderosos en los que fijarse: sus gestos, sus sonidos, sus miradas, sus sonrisas o llantos. Cada movimiento de un bebé es un mensaje nuevo. Sólo hace falta detenerse un poquito a observar y a escuchar. Y, cuando lo haces, te das cuenta de la cantidad de cosas que nos pueden llegar a contar. Y entonces sabes cuáles son sus necesidades. Y todo fluye mejor.

Con mi experiencia, definitivamente puedo dar un consejo: no ciagáis en las ataduras de los comentarios. Sed LIBRES.

domingo, 2 de mayo de 2010

Día de la Madre

(Imagen: procedente de http://thedreamofthedragonfly.blogspot.com/)

Hoy debería ser uno de esos días felices, en los que las emociones de madre aflorasen por cada poro de mi piel, en que cada momento con mi hija me viniese a la mente, en que brotasen palabras maravillosas que me recordasen lo fantástico que es ser madre.

Sin embargo, me embarga una pena inmensa, y el sentimiento de madre cobra en mi una nueva dimensión.

Hoy no hago más que acordarme de dos personas muy importantes en mi vida, dos madres, de dos generaciones distintas. Dos madres que no están pasando por sus mejores momentos. Y una, a su vez, es hija de la otra. Una sufre por una enfermedad que la ha sumergido en las tinieblas más oscuras, dolorosas y temibles, de donde se ve incapaz de salir. Y la otra sufre por ver a su hija en ese túnel sin salida, incapaz de indicarle el camino exacto que eliminará todo dolor y angustia.

Hoy no hago más que soñar, soñar con que la hija (que es madre a su vez) encuentre una mano esperanzadora que le haga ver la luz y mitigue el sufrimiento que borra su linda sonrisa de su cara. Porque hace ya tiempo que ésta se ha desvanecido. Hace ya tiempo que no encuentra motivos para sonreír. Porque un día parece que el sol va a comenzar a brillar y crece la esperanza en su corazón. Pero al día siguiente, el dolor vuelver a aparecer, y sus ojos no dejan de derramar lágrimas de impotencia, de rabia. Y de nuevo se sumerge en el abismo, que parece ser cada día más y más profundo.

Sueño con que todo volverá a ser como antes: una madre que ríe, llora, agradece, culpabiliza, cuida, regaña, protege, se cae y se vuelve a levantar ... pero, una madre feliz, al fin y al cabo, que ve como sus dos hijas van siguiendo sus pasos, caminando por el camino de la vida, arropadas por los sabios consejos de mamá.

Y sueño con que ese Dios en que ella cree, ese Dios al que tanto habla, ora, ruega, se entrega, la escuche y obre un milagro en ella. Pues sólo un milagro parece ser la única salida en este momento. Sueño con que ese Dios exista, pues sólo él puede ayudarla a levantarse.

Y parece que cada día, el único consuelo que nos queda es el de soñar. Porque el mundo real se nos muestra incapaz de albergar alguna solución que les devuelva a ambas esa sonrisa perdida, que nos devuelva a todos una sonrisa.


Esto va para ti, mi hermana del alma, mamá de dos hermosas niñas. Para ti que eres una persona sana, auténtica como pocos, con un corazón inmenso y una generosidad infinita. Para ti que sabes el valor verdadero de las cosas y que la vida te ha puesto la prueba más difícil que te pudieses haber imaginado. Pero yo sé que en algún lugar encontrarás la fuerza que, como el ave Phoenix, te hará resurgir de tus cenizas y aprender de todo este dolor.

Y va para ti, mamá, nuestra mamá, que sufres con la impotencia de no poder hacer nada por tu niña mayor. Que piensas que se va de nuestro lado sin que podamos ayudarla. Que lo has dado todo por tus hijos y has luchado con uñas y dientes en los momentos más difíciles. Que nos has dado muchas lecciones de coraje y tesón. Para ti, porque en este día no has podido contar con la compañía de tus hijos como a ti te hubiese gustado.

Esta vez mis palabras del Día de la Madre van para ellas, mi hermna mayor y mi madre, porque se lo merecen, porque todos los que formamos parte de sus vidas las necesitamos, necesitamos que sigan a nuestro lado lo más enteras posible, para que sigan guiando nuestros pasos.

Hoy soñaré que ambas unen sus manos y brota en ellas una nueva fuerza que les hará ver la luz. Soñaré que, cual flores de primavera, abren sus pétalos de brillantes colores y se muestran en todo su esplendor desafiantes, guerreras, invencibles.